El
cenote de “Las Calaveras”, cerca de Tulum, en Quintana Roo, podría ser
considerado como el depósito funerario de la época prehispánica mejor
conservado y de mayor concentración de restos humanos, luego de que el
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) reportó el hallazgo de 120
osamentas, cuya antigüedad se remonta a los años 125-236 de nuestra era,
superando con ello al cenote de Chichén Itzá, Yucatán, que hasta antes de este
descubrimiento representaba el de mayor número de esqueletos.
Sin
embargo, por las características del lugar es muy probable que se localicen por
lo menos 30 más o incluso hasta 200, con lo que también se rebasaría el número
de restos humanos localizados en tierra en Tikal, Guatemala, una de las
ciudades mayas más grande del periodo Clásico (125-236 d.C.).
Destaca
que los restos humanos encontrados en este depósito natural de agua, de 30
metros de diámetro, presentan un perfecto estado de conservación, lo que
permitirá el desarrollo de estudios de genética y antropológicos para conocer
más a fondo a la antigua población maya que se asentó en esta región, así como
para determinar si los cuerpos sufrieron alguna violencia por actividad ritual
o la extracción de algún órgano vital, como el corazón, para ofrecerlo como
ofrenda a los dioses mayas, además de aspectos como migraciones, salud y
esperanza de vida.
Aunque
en la actualidad la importancia de los cenotes está asociada con el turismo y
el abastecimiento de agua, para los antiguos mayas estos espejos de agua
natural representaban entradas a Xibalbá, el mundo de los muertos, por lo que
eran usados como cámaras funerarias naturales, lo cual se ha determinado
gracias a la presencia de vasijas y animales que acompañan a las osamentas.
Los
cenotes también fungían como lugares rituales y fue a partir de los hallazgos
de restos óseos que se descubrió que no sólo se inmolaba y arrojaba a mujeres a
estos espacios, sino que también se sacrificaban a hombres adultos capturados
en combate.
Actualmente,
como parte de los rituales se extrae agua de las cavernas más profundas de los
cenotes: la sagrada zuhuy-ha, es decir, el agua virgen, considerada así por no
haber sido vista por ninguna mujer, ni tocada siquiera por la luz, la cual
sirve en diversos rituales, entre los que destaca la ceremonia del ch’a-chak,
un culto ancestral que se celebra en tiempo de sequía, pues se trata de una
petición de lluvias. Esta ceremonia suele realizarse junto a la boca de un
cenote, como sucede en Punta Laguna, Quintana Roo, donde a un costado de la
boca del cenote de “Las Calaveras” se encuentra un altar de cruces vestidas con
un hipil, el vestido tradicional femenino maya.
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